Descendientes de Artigas intentan sea Monumento Histórico el camposanto donde descansan los parientes del Prócer
Un camposanto para la Patria
Conciben el mundo a partir de su sangre. Descendientes todos en orden directo de Don José Artigas. Una afirmación que revela un aspecto del Prócer que es dejado abierto al debate por muchos historiadores. Bien puede tener en los documentos que se salvaron, Artigas una sola esposa, una sola madre para sus hijos. Si así fue su continuidad se agotó. Pero si las referencias a su compañera en Purificación son ciertas, la sangre de Artigas se multiplicó en oleadas fuertes como su vida.
JOSE GERVASIO, Dalmao Freitas. Hijo de de Enrique Dalmao y Marta Freitas; hijo él de José Dalmao Artigas y Rosa González; hijo él de Fidela Artigas y Donato Dalmao, hija ella de Santiago Artigas y Ana Vallejo. Santiago era hijo de Melchora Cuenca y José Gervasio ARTIGAS
Ibirapitá. ¿De qué otro modo podía llamarse la calle donde vive José Gervasio Dalmao, descendiente directo del Prócer? Como decenas, centenares tal vez de "Dalmaos" en Salto y alrededores, e incontables apellidos "Artigas" en la entrerriana costa argentina, integra el contingente de herederos de la sangre del Jefe de los Orientales.
Desde su modesto domicilio en la calle Ibirapitá, don José Gervasio es además uno de los más preocupados descendientes por dar buen destino al remoto lugar donde descansan para siempre quienes fueran los primeros descendientes del Prócer.
Junto a su hija Denice --representante de la sexta generación consanguínea del Jefe de los Orientales-- aspiran se catalogue como Monumento Histórico, el ahora casi abandonado cementerio de Paso del Parque del Daymán, histórico destino final de sucesivas generaciones con la sangre de Artigas.
"Alguna ayuda hemos encontrado, de la Intendencia, del Ejército, pero la verdad es que está en un estado lamentable. Desearíamos se diera un trato decoroso a esas urnas con los restos de descendientes, algunos verdaderos personajes históricos, que ahora están dejados a la buena de Dios, en aquél cementerio tan inhóspito y decaído", afirma Don José Gervasio, quinta generación desde el Héroe.
* TODOS LOS CAMINOS DEL PROTECTOR
Desde la modesta casa de la calle Ibirapitá --donde vive con su esposa Elena Dalmao Galarza-- hasta el cementerio de Paso del Parque, hay 120 quilómetros.
En términos de viaje parecen ser diez veces más. Dejada atrás la ruta 3, camino a la frontera salteño-sanducera alejándose de la costa del río Uruguay, el camino se convierte en desafío incluso para la camioneta todo-terreno que conduce a los anfitriones descendientes y a EL PAIS. Ha llovido el doble de lo habitual en esta zona del país. Campos ganaderos de inabarcable horizonte, con cañadas que apenas dan paso.
La posibilidad de auxilio inmediato en caso de empantanamiento parece limitada a los teros: durante las cuatro horas del viaje sólo se avistan dos jinetes arreando fugados novillos. Esta es la llamada "ruta Jones" apenas interrumpidas sus soledades por dos escuelas rurales a su vera: una de ellas la número 57 "Santiago Artigas" cumplirá en octubre sus primeros 15 años.
Ahora abúlicas praderas de paz, estas tierras vieron correr sangre patriota, de uruguayos con distinta consigna. En estos pagos, a poco más de una legua del cementerio donde duermen los descendientes, la batalla de Paso del Parque decidió destinos cuando Saravia y Galarza ondeaban divisas blancas, divisas coloradas a principios del siglo. Allí "en la vuelta", funciona todavía el almacén que sirvió de hospital de campaña, conservando una de las paredes de piedra cribada a tiros, recuerdo casi centenario de una guerra entre hermanos. Fue en este mismo almacén donde dos hermanos Dalmao, descendientes ambos de Artigas se despidieron una mañana para sumarse a los ejércitos rivales. Contaron que se vieron en plena batalla, uno fusilero, el otro cargando parque. Meses después, definida la guerra, volvieron dice la leyenda a encontrarse en el mismo lugar donde se despidieron. Aquellos guerreros, legado sanguíneo de Artigas, enemigos de ideas, hermanos de sangre brindaron en la pulpería por estar vivos. Como para aventar fantasmas el almacén de ramos generales está abierto aún desde aquél entonces. De las últimas pulperías, gauchos de bota, bombacha y sombrero, gente de a caballo con historias sin tiempo, allí desgranan sus horas. Aunque en medio del patio con aljibe del bastión telúrico, una antena parabólica testimonia que los tiempos aceleran ahora todo cambio.
Dos hermanos Dalmao, biznietos ambos de Artigas, se despidieron aquí una mañana para sumarse uno al ejército blanco, otro al ejército colorado. Se enfrentaron en combate, pero no se dispararon. Se encontraron aquí en el mismo sitio de vuelta, se abrazaron y bebieron, como si tal cosa.
A legua y media de este amago de civilización, tras una portera igual a tantas otras, sólo diferenciable del resto por ojos baqueanos, se asciende una colina de pradera: allí oculto desde el camino, está el cementerio de los descendientes de Artigas. Desde ese flanco se otea el horizonte, aumentando la sensación de lejanías, de finales infinitos.
* RUINAS QUE NO LO MERECEN
Un muro de piedra más que centenario rodea el cuadrado del camposanto, de unos veinte metros de lado. Al entrar, decenas de cruces de hierro, alineadas ya sin nombre contra los muros interiores, hablan de generaciones enteras bajo el suelo. Dos arruinados panteones altos guardan cajones y urnas. En el izquierdo los descendientes consanguíneos, en el derecho quienes desposaron a los que traían la sangre del Héroe.
Entre ellos, otros innominados.
Por si la descripción resulta pobre para describir lo tétrico, allí está, desfondado, el cajón con la agazapada momia de quien convivió con la nuera del Prócer, cuando al hijo, Santiago Artigas, lo dieron por muerto en batalla en Entre Ríos. Dice la leyenda que cuando Santiago volvió, antes que el error encontró a la dama con Leguizamón, creyentes ambos que aquel guerrero había muerto. Evitando el drama Santiago habría abandonado todo, y ya nunca más regresaría de Argentina. Quien ocupó su lugar, es ahora esa momia caída desde su desfondado féretro sobre el cajón inferior inmediato, algunos dicen "castigao", por anticiparse demasiado.
Allí yacen, los descendientes de Artigas.
La herencia más prolífica afirma su convicción de su rama artiguista
Con su sangre en las venas
La historia oficial afirmaba hasta hace no demasiado tiempo que el Jefe de los Orientales había agotado su descendencia en mayo de 1923 al morir María Josefa Artigas, biznieta de Don José Gervasio y de Doña Rafaela Villagrán. Así lo acreditaban los documentos sobrevivientes. Más allá de esa historia, otra.
Esa historia que algunos avalan como absoluta y otros relativizan, afirma que el Prócer tuvo otra descendencia después de su infortunado matrimonio. Una descendencia que también presentó documentos aunque para acceder a los libros oficiales de la historia aún aparecen casi como insuficientes.
Concebida la historia a la forma de los defensores de la pluralidad de descendencia artiguista, bien podríamos dar paso a aspectos de la versión.
Ella encuentra a nuestro máximo Héroe en el campamento de Purificación. Dando batalla en tierras hoy uruguayas y argentinas. En ese período, se afirma el Prócer tuvo dos hijos de Melchora Cuenca, nacida en Paraguay, país al que irónicamente no volverá.
Entre 1818 y 1819, el General sufre derrotas militares. Lavalleja, Bernabé Rivera, su propio hermano Manuel Francisco, son capturados y encarcelados. En un año emprenderá el destierro. Sus gobernados en Purificación se dispersan ante el inminente peligro de los luso-brasileños. Partidas de bautismo, casamiento y muerte, de los curas de Purificación, Fray Benito Lamas y Fray José Ignacio Otazú desaparecen: documentos probatorios de filiación.
Serán otras partidas posteriores las usadas buscando acreditar la paternidad de Santiago Artigas y María Artigas. Indiscutible fue la madre, Melchora Cuenca que seguramente vio a su hombre por última vez cuando este partió al Paraguay. ¿Por qué no la llevó? Los historiadores no logran consenso. Habría que considerar lo peligroso de aquél viaje con niños para la época, el destino incierto, el enemigo a las espaldas...
Lo históricamente indiscutible es que Melchora Cuenca cruzó de Concepción del Uruguay a Paysandú, donde Rivera, amigo y subordinado de Artigas en Las Piedras, le dio cobijo a ella, el niño y la niña. Así, Santiago Artigas se inicia en la carrera de las armas. Como cruel ironía del destino, su sino será casi igual al del Prócer y Melchora volverá a ser víctima de las guerras de la época. Anciana ya, 26 años después de la partida de José Gervasio, deberá peregrinar en pos de su hijo Santiago que, con grado de coronel batallaba en Uruguayana. La acompaña su hija María, que arrastra además ya su propia prole: los primeros nietos del Prócer. Las mujeres cruzan desde el noreste argentino por Paso de los Libres a Uruguayana, pero Santiago ya no está allí. Deben volver al sur donde lo encuentran vencido casi en el mismo lugar en que lo había sido su padre.
En el acta matrimonial de la Parroquia de San Benito de Paysandú firmado por el Teniente Cura Juan Basco,se acepta casar a "Don Santiago Artigas, natural de esta feligresía, hijo legítimo de don José Artigas y de Doña Melchora Cuenca..."
Corre 1847. Artigas, padre e hijo, están cada uno con su destierro, con su derrota, postergados sus sueños patrios. Melchora ha debido sufrir las dos tragedias. Años antes de su infortunado final, cuando Santiago Artigas era conocido en ambas márgenes del río Uruguay por su capacidad y valentía, fue presentado en Paysandú a Ana Vallejo a la que convertiría en su esposa. El punto es importante para esta crónica: en el acta matrimonial de la Parroquia de San Benito de Paysandú firmado por el Teniente Cura Juan Basco,se acepta casar a "Don Santiago Artigas, natural de esta feligresía, hijo legítimo de don José Artigas y de Doña Melchora Cuenca...".
La partida, hoy en el Archivo Nacional, deja constancia también de dos testigos que afirmaron conocer a los contrayentes y a los parentescos por ellos acreditados. De este matrimonio nacerán tres hijos: Manuel (fallecido de días), Fidela y Manuela.
La segunda nieta del Héroe, Fidela, se casará con Donato Dalmao multiplicando aquella sangre: Florencio, Juana, José, Donato, Zacarías, Santiago, Feliciana, Timoteo, Manuela, Florencia y Avelino, fueron los 11 hijos del matrimonio.
Mientras tanto la otra nieta del Prócer, Manuela, se casará con Leandro Leguizamón y harán lo propio: Gregorio, Ciriaca, Pascual, Rosa y Norberta, llevarán el Artigas por segundo apellido.
De estos 16 nietos en más, los descendientes se multiplican en una genealogía que, en tanto tiene sólo seis generaciones aunque abundante, ha sido absolutamente identificable. Aquella sangre se mostró prolífica.
De aquellos 11 hijos de Donato Dalmao y Fidela Artigas, nacieron 84 tataranietos del Prócer. Los apellidos Barragán, Aranguren, González, Moreno, Galeano, Martínez, Zabala, Grasso y Leites sumaron sus sangres al torrente original de los sucesores de Don José.
Desde la otra rama, los hijos de Leandro Leguizamón y Manuela Artigas engendraron a su vez 15 tataranietos del Héroe, cruzando sus sangres con Márquez, Fernández, Mendoza.... y también con los Dalmao.
"Conozco a casi todos mis 90 primos hermanos a través de árboles genealógicos que hemos hecho --afirma Denice Dalmao, sexta generación-- Tenía 90 hasta hace poco tiempo, algunos de meses otros muy entrados en años. Tal vez ahora sea alguno más, tal vez alguno menos," reflexiona.
De aquel tronco también hubo otra rama: María
Al comienzo del bosquejo se mencionan dos hijos del Prócer: Santiago y María. La historia de los descendientes del primero, abarcaría un libro.
¿Y la de María?
María acompaña a su madre en el Queguay. En 1834, Solano García, cura vicario de la iglesia de San Benito de Paysandú anota: "...bauticé solemnemente a Aurelia que nació el 16 de junio, hija natural de María Artigas. Doy fe".
El asunto parece que no fue casual. María Artigas tendrá luego a Juan Alberto, Alejandra y Juan de Dios: todos llevarán el apellido de la madre. Sólo los varones tendrán descendencia y de ella las genealogías no registran tataranietos.
¿Coincidencias históricas trágicas?
El menor de esta rama de los Artigas, oficial del Ejército, murió en Salto en 1885. El libro del Juzgado de Paz registra el fallecimiento de "Juan de Dios Artigas, oriental de 46 años, sin asistencia médica, casado y pobre de solemnidad..."
Falta sin embargo un pintoresco capítulo final en la descendencia de esta hija del Prócer.
En 1851, María Artigas continuando la relación que le había dejado cuatro hijos naturales, o iniciando otra, da a luz, en 1851, a Francisca. Esta sí, de padre conocido: Santos Correa, un personaje que fue, él mismo, toda una historia.
Teniente Coronel del Ejército uruguayo y General en el ejército argentino. Peleó en las batallas de Cagancha, India Muerta, y San Antonio. Junto a Urquiza, combatió en Caseros, Cepeda, Pavón y Cañada de Gómez. Acompañó a los revolucionarios de Quinteros. En la guerra de la Triple Alianza comandó el ala de las tropas correntinas. Combatió incluso contra sus parientes, como en 1875, en Palomas, contra Simón Martínez.
Santos Correa, podría ser controvertido por sus ideas, pero no por su coraje. En su ejército, era el que mayor número de heridas tenía en el cuerpo: cincuenta y dos contadas.
Y aunque su rol genealógico haya sido el de aportar al "árbol" artiguista cabe un pasaje de una carta que envía a su hija desde el frente de batalla para acreditar la clase de genes incorporados.
"Ayer recibí dos lanzazos uno en la cara, el único lugar en que me duele ser marcado. Dí pelea, aunque salí apurado pues tuve que pelear a pie. Pero pensá que quedaron bastantes muertos. He peleado bastante como verás por mi nombre en los diarios. No te escribo más, porque estoy enfermo de una mano medio chamuscado de pólvora", escribe el padre en una extraña fórmula para consolar el amor desolado de su hija.
La certeza histórica que encarnó en una madre
Para el prestigioso escritor salteño Luis A. Thevenet, autor de "De la estirpe artiguista", la azarosa vida de Melchora Cuenca estuvo con certeza ligada a los destinos del Prócer.
Sin embargo, reconoce también el historiador que "no ha sido posible determinar con exactitud la fecha y el lugar en que se iniciaron las relaciones del General Artigas con Doña Melchora Cuenca, pero parece probable que comenzaron en 1815 y que ambos se conocieron en la Argentina".
Entiende el historiador que "después de haberse retirado del asedio de la plaza de Montevideo, Artigas estuvo durante algunos meses en Santa Fe al frente de un ejército. Hizo incursiones por Entre Ríos, y vino en 1815 a fundar en el Hervidero el pueblo de La Purificación en el que reunió gran cantidad de familias, algunas de las cuales procedían de pueblos argentinos del Litoral y otras de la costa uruguaya, sin contar el numeroso contingente enviado de Montevideo.
Para Thevenet, Doña Melchora Cuenca era paraguaya, hija de españoles. "Poseía relativa cultura, rostro atrayente y cierta esbeltez que conservó como fiel tributo de la raza guaranítica. Era también bastante jóven en aquella época".
A la fecha ha sido imposible encontrar registros propios o de sus parientes en los archivos parroquiales de la época.