La figura de Florencio Sánchez
Un nombre que vence el tiempo
"El gran Florencio" tiene su propia y brillante historia, dentro de los anales del teatro rioplatense.
GENIO. La corta existencia de Florencio Sánchez se pobló de consagratorios éxitos teatrales
El 17 de enero de 1875, en el hogar de Olegario Sánchez y Josefa Mussante, en la montevideana calle Agraciada al Nº 26, el nacimiento de un varón ubicaba una nota alegre. Unas semanas después --el 11 de febrero-- se le bautizaba Florencio Antonio en la Iglesia del Carmen.
Nadie pudo predecir en aquel momento, el alto destino que le estaba reservado Sin embargo, no pasaron muchos años antes de que despertara en él la vocación de escribir, que fue desarrollándose en el tránsito de la familia por Treinta y Tres, primero, y posteriormente por Minas, donde el jovencito Florencio --amén de trabajar como escribiente en la Junta Económico-Administrativa del departamento--, hizo sus primeros ensayos periodísticos en "La Voz del Pueblo".
Luego de participar en 1897 en la Revolución de Aparicio Saravia, al año siguiente se trasladó a la Argentina, incorporándose a las columnas de "La República", publicación rosarina en que anticipó los quilates de su talento. Y en 1899, se le leyó en las páginas de "El País" bonaerense.
NACE UN AUTOR. Crítico agudo de las representaciones que prolongaban la imagen del gaucho en la escena rioplatense (tema que, en su concepto, estaba tratado hasta el agotamiento) Florencio Sánchez inauguró otras sensibilidades para enmarcar el proceso teatral. Calcó de la realidad, personajes, situaciones, costumbres, anacronismos, y estampó en sus obras la verdad de un siglo que nacía prometiendo renovaciones en múltiples aspectos.
Sus títulos comenzaron a remover las plateas de los "copetudos" y las galerías de la gente del pueblo, con planteamientos y reflexiones hasta entonces ausentes de la dramaturgia autóctona. Una mirada retrospectiva flotando sobre su trayectoria autoral, se va desorbitando en el asombro. Cuesta creer que en menos de una década, aquel "flaco genial" haya rubricado tantas piezas antológicas, que el historial del teatro de ambas márgenes platenses guarda entre sus tesoros más preciados.
Sainetes, comedias y tragedias se alternan en un repertorio valiosísimo, dentro del cual "M'hijo el dotor", "La gringa", "Barranca abajo", "En familia", "Los muertos", "Los derechos de la salud" y "Nuestros hijos", constituyen mojones de un itinerario completado por otros que en nada desmerecen antes aquellas concepciones.
Sólo la muerte --acaecida en un hospital de Milán, el 7 de noviembre de 1910-- pudo interrumpir la deslumbrante carrera de Florencio.
FINAL. En un enero había abierto los ojos por vez primera, y en otro enero sus compatriotas recibían sus restos, traídos en el transatlántico italiano "Principessa Mafalda".
Bajo el sol calcinante de la mañana del 21 de enero de 1921, un público numeroso aguardó en la dársena la llegada de la urna funeraria, que descendió de la nave envuelta en las banderas de Italia y Uruguay. Fue recibida por una delegación de autores rioplatenses, y trasladada en conmovedor cortejo al edificio de la Aduana, donde permaneció hasta caída la tarde en medio de la guardia de honor que conformaron colegas, intérpretes de sus obras, periodistas, y amigos personales de "el gran Florencio".
Colocada la urna en una cureña de caballería, aquella multitud se puso en marcha hacia el Teatro Solís, donde habría de efectuarse el velatorio. En el trayecto por las calles 25 de Agosto, Colón, Sarandí y Juan Carlos Gómez, desde balcones y veredas partieron flores en estremecedora expresión de sentimiento popular. Cuando se llegó al primer coliseo, el presidente de la República, Dr. Baltasar Brum, acompañado de varios Ministros, se adelantó en la plazoleta a presentar su reverencia, y marcó el camino hacia el hall donde se había levantado un artístico túmulo.
Por la noche, los toques funerarios de un clarín del Ejército se alternaban con música de Beethoven y Wagner, ejecutada por la Sociedad Orquestal de Montevideo dirigida por el maestro Virgilio Scarabelli.
En la siguiente jornada --sábado 22-- por la tarde, el cortejo volvió a ponerse en marcha, esta vez rumbo al Cementerio Central. Al frente de la nutrida caravana, centenares de "canillitas" montevideanos y porteños testimoniaban su dolor y su homenaje a quien les había dedicado uno de sus más festejados sainetes.
Los diez años largos transcurridos entre la muerte de Florencio Sánchez y el arribo de sus restos a la patria, no mellaron la admiración que inspiró su obra al público uruguayo, que aún hoy renueva de tanto en tanto su devoción, en la presencia a espectáculos que mantienen la vigencia de aquella pluma magistral.