Soltero.
Sobrino de un corregidor de Estepa y pariente de dos caballeros de la Orden de Calatrava
Testo en Sevilla ante D. José de Robles en 13 -11-1798. Sufrió la pena del garrote de la Mayor Nobleza. (libro 28 de Defunciones del Archivo del Sagrario de Sevilla y en el folio 159 vuelto)
Descripción de su captura y ejecución realizada por:
Manuel Pérez Regordan
El bandolerismo Andaluz
volumen I (Desde los orígenes a la muerte de Tragabuches)
Edita Librería Raimundo (Cádiz)
ISBN 84-607-0840-3
Arcos de la Frontera 1987
La Partida de Los Berracos
Veinticinco años después de la ejecución de la partida del "Tenazas", aparecía la de "Los Berracos', cuya primera documentación histórica aparece en el archivo del Ayuntamiento de Fernán Núñez (Córdoba), que dice así:
En 18 de mayo de 1796 tuvo noticia esta Justicia de Fernán Núñez de que se hallaban en el cortijo llamado Cuarto de los Alamos, Los Berracos acompañados de un tal Faustino Reina, un hermano de éste y otros bandidos y con el motivo de haber traído a esta villa una partida de Dragones de Almansa, compuesta de un sargento y diez soldados montados para que auxiliasen al señor corregidor en la feria y haber venido también un cabo y dos sol-, dados y, en efecto, auxiliada dicha tropa del alguacil ma yor, el ordinario, guardas y del escribano don Francisco Galán y Zafra pasaron al referido cortijo y en él les informa ron unos sirvientes que poco rato antes se habían ido di chos bandidos y que todos, como en número de doce o catorce hombres montados y con armas blancas y de fuego, se habían encaminado hacia el río Guadajosillo, por lo que sin embargo de ser ya puesto el sol, se dispuso ir por el sitio donde dijeron caminaban y después de algún rato de camino, se divisaron a alguna distancia, que motivó estrechar su persecución, según se hizo, hasta llegar a los parajes del río, entre cuyos parajes se hallaban desmonta dos todos los bandidos y disparando a una voz las armas de fuego se dieron a la fuga precipitadamente, dejándose muertos dos caballos y recogiéndoseles una montura y una carona, unas alforjas con pólvora y balas, una capa de paño y un trabuco bien cargado, todo lo cual se trajo a esta villa, retirándose todos a ella a las once de la referida noche.
Tres años necesitó la justicia para atrapar a lo menos a cuatro de los principales responsables de los numerosos atracos que se sucedían en poblaciones de las provincias de Sevilla y Córdoba.
Cuando se logra reducirlos son inmediatamente presos en la cárcel de la Real Audiencia de Sevilla que sigue la causa contra los bandidos y dicta sentencia el 12 de noviembre de 1978
A Pablo de Reina, natural de Estepa, arrastrado y ahorcado.
A don Francisco de Huertas y Eslava, natural de Écija, dado garrote, según la calidad de su persona.
A N.N. que fuese puesto al pie del suplicio mientras se ejecutaban los dichos castigos, y después, en compañía de Juan Ruiz Vela (alias Cabeza Torcida), desterrado por diez años a las bombas...
La noticia produce una singular sorpresa en Sevilla: don Francisco de Huertas y Eslava, capitán de la partida de Los Berracos es hombre de distinguida familia, está emparentado con importantes militares, abogados de renombre y dignidades eclesiásticas. Su tío, don Francisco Eslava y Conde, es corregidor perpetuo de la ciudad de Écija y es el que anima a todos sus parientes a influir ante la Audiencia para evitar la humillación y escándalo que se produciría al ahorcar al capitán de "Los Berracos". Sólo consigue permutar la pena vergonzante de horca por la de garrote vil, en atención a la calidad de su persona.
El mismo lunes; 12 de noviembre, comienzan con urgencia los preparativos para las dos ejecuciones y la Audiencia accede a la solicitud de los familiares de don Francisco de Huertas y Eslava para costear por su cuenta un patíbulo con la decencia que el reo requiere.
No se vio en Sevilla, en ninguna de las numerosas ejecuciones que se han llevado a cabo en la plaza de San Francisco, un patíbulo "de lujo" y preparado con mayor ostentación de riqueza. Medía seis varas de largo, cinco de ancho y dos y media de alto. Estaba cubierto el paño negro "hasta arrastrar una cuarta por el suelo" y se subía a él por dos escaleras; una de ocho peldaños, enlutada, por la que habría de subir el importante condenado y otra blanca, de sólo siete peldaños, por la que lo harían el condenado Pablo Reina, el verdugo y el pregonero. La horca fue colocada en un ángulo, y en el centro, se alzaba un palo enlutado con tornillo y argolla del garrote "nuevos", que habían comprado los importantes familiares del reo, juntamente con un lujoso sillón con respaldo negro. En cada una de las esquinas del macabro tablado se colocaron hacheros de hierro, pintados de negro, que portaban unas gruesas hachas de cuatro pabilos.
Don Joaquín de Palacios Cárdenas, testigo presencial de la ejecución de la sentencia, ocultó para la historia a uno de los condenados, del que sólo nos ofrece las inicia les, N.N. Fue precisamente este anónimo bandido el que salió primero de la cárcel, a las diez de la mañana del miércoles 14 de noviembre de 1798, montado en un burro hasta el ángulo donde se levantaba la horca con la soga colgante. Custodiado por cuatro soldados y ante la curiosidad del numeroso público agolpado, tiene que esperar una hora hasta que sacan a Pablo de Reina, metido en un serón que arrastra un caballo. Los hermanos de la Santa Caridad le acompañan en el camino y tratan de ahorrarle las incomodidades que pueden tales como poner el serón derecho cuando, al volcarse, pone en peligro de caer al suelo el reo. Varios frailes y representantes de la justicia le siguen hasta la escalera blanca del patíbulo, en la que le espera un religioso franciscano que le da a besar un crucifijo y le toma la última confesión. Pocos minutos después, el cuerpo inerte de Pablo de Reina se balancea sobre su aterrado compañero que ha tenido que presenciar el castigo.
Pero los sevillanos lo que esperan con impaciencia es la salida de don Francisco de Huertas y Eslava, que se produce a las doce en punto. Cuando se abrieron las puertas de la Cárcel Real, el agitado gentío quedó en sepulcral silencio. Una mula enlutada, a la que sólo se le ven las pezuñas y las orejas, conduce al reo que llevaba atadas las manos. Lejos de la pobreza del anterior, don Francisco luce en uno de los dedos de la mano izquierda un rico anillo de oro y pedrería y, en lugar de algunos religiosos, son numerosos los carmelitas descalzos y los clérigos sevillanos que le rodean en su viaje a la muerte. La gente se agolpaba, de tal manera que tuvo precisión la guardia de abrir paso de forma violenta, hasta hacer llegar al conde nado, por la lujosa escalera negra, al rico sillón.
-Acéptame este regalo para que tu trabajo me sea pronto y leve- dijo al verdugo, al tiempo que le ofrecía el anillo de oro.
Cuando el verdugo gira el torniquete y la cabeza del capitán de "Los Berracos' cae desplomada, intenta quitarle el paño que la cubre para que sirva de mayor escarmiento a sus seguidores, pero uno de los clérigos le ataja de inmediato:
-iDetente! Es un hidalgo
La multitud queda asombrada por la insólita ejecución y mucho más cuando, al tiempo que se preparaba la bajada del ahorcado, comenzaban a doblar anunciando entierro mayor, las campanas del Sagrario, San Francisco y los Terceros. Con la triste plegaria de los bronces sevillanos, acudían a la plaza de San Francisco a la una y media de la tarde, el solemne cortejo de un entierro de primera categoría.
Abría paso la cruz parroquial enlutada y "en dos filas doce sacerdotes revestidos con las negras capas pluviales galonadas de oro'. Toda una exhibición de grandeza, por que le siguen el doctor don Pedro de Vera y Delgado, canónigo, presbítero y maestro de ceremonias de la Catedral Hispalense, y don Francisco Javier Outón, exdecano del Colegio de Abogados. Todos subieron al patíbulo en la que lucen las hachas encendidas desde que murió don Francisco de Huertas. Un canónigo de la Catedral da orden al verdugo, que afloja el torniquete y se retira.
LAS EXEQUIAS FUNEBRES DEL CAPITAN DE "LOS BERRACOS"
Sobre el suelo, los clérigos depositan el cadáver del importante ejecutado y le amortajan con el hábito de San Francisco, mientras que otros sacan de debajo del patíbulo un lujoso féretro que tenían preparado, donde introducen el cadáver. Varios mozos lo conducen a la iglesia de San Antonio de los Portugueses, en el compás del convento de San Francisco, que estaba situado en el solar que hoy ocupa la Plaza Nueva.
Allí es velado durante toda la tarde por sus parientes y afectos, mientras que los hermanos de la Santa Caridad han dado ya humilde sepultura al ahorcado Pablo Reina.
Durante el velatorio de Don Francisco, los frailes carmelitas discuten con los franciscanos, manifestando que en la última confesión, el importante reo había mostrado su interés por ser amortajado con el hábito de su orden descalza, lo que no se había cumplido, por adelantarse los de San Francisco, que fueron los que cobraron la exigua cantidad que podría valer en la época un viejo hábito usado.
Pero lo más bochornoso de esta vergonzosa ejecución comenzaba cuando eran repartidas en Sevilla ochocientas esquelas por las que se invitaban a los caballeros y damas' principales de la ciudad de la siguiente manea:
"Al Sr...
B.L.M.
Don Gregorio Rosso, Capitán de Navío, de la Orden de Calatrava; Don Francisco Ignacio Rosso, Capitán de Fragata, de dicha Orden; Don Francisco Eslava y Conde, Regidor perpetuo de la ciudad de Écija, ausentes y sus amigos el Doctor Don Juan Acisclo de Vera y Delgado, presbítero, de la Orden de Carlos III, Racionero de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de esta Ciudad, Juez de la Santa Iglesia y Vicario General de este Arzobispado; el Doctor Don Pedro de Vera y Delgado, Canónigo penitenciario de la misma Santa Iglesia y el Doctor Don Francisco Javierf11 Outón ex-Decano del Colegio de Abogados de esta ciudad.
Y la suplican se sirva asistir al funeral de Don Francisco de Huertas y Eslava, primo y sobrino de los nominados ausentes que se hará en la iglesia de los RR.PP. Terceros a las once en punto de la mañana del jueves 15 del corriente, a cuyo favor quedarán reconocidos.
El entierro sale de la Capilla de San Antonio al compás al compás de San Francisco"
No se había podido pensa en una ridiculez e hipocresía mayor.
Las misas en la capilla de San Antonio se sucedían en la mañana y eran numerosos los frailes que esperaban su turno en el altar para implorar a Dios por el alma del ajusticiado.
A las once de la mañana partió el solemne entierro, precedido de la Comunidad de niños Toribios, cruz parroquial del Sagrario, preste y cuarenta sacerdotes, con sobrepelliz, entonando sus fúnebres cánticos y deteniéndose en una buena cantidad de "pozas", como correspondía a la categoría del entierro. El ataúd iba cubierto por un rico paño negro, bordado en oro y seguido por apretado acompañamiento que cerraban, entre otros. Don Juan Acisclo de Vera, colocado a la derecha; su hermano, el canónigo penitenciario Don Pedro de Vera, a la izquierda; y el abogado Don Francisco Javier Outón, en el centro, formando así la presidencia del duelo.
Recorrió el cortejo la Plaza de San Francisco, calles Chicarreros, Cruz de los Polaineros, Culebras, Plaza del Pan, Lineros, Dados, Plaza de la Encarnación, Aranjuez, Bolsa del Hierro, San Pedro, Alhóndiga y Santa Catalina, hasta entrar en la iglesia de los RR.PP. Terceros, situada aespaldas de lo que fue Palacio del Marqués de Cádiz y Duque de Arcos, Don Rodrigo Ponce de León, cuyo edificio fue después sede de los Padres Escolapios.
El féretro fue colocado en la nave, ante el altar mayor, rodeado por doce hachas y cuatro blandones dorados. Fue el clero de la Parroquia del Sagrario el que cantó la vigilia y retirado éste, la comunidad del convento celebró el oficio de difuntos, mientras que en todas las capillas del templo se celebraban misas, por los numerosos frailes que habían acudido a las exequias.
Terminados los oficios, se procedió a dar sepultura al agarrotado, en costosa tumba que estaba ya preparada en el muro de Epístola de templo, en la capilla del Cristo de la Buena Muerte.
Allí deben estar aún los restos de un malhechor que debió, sin duda, recibir el mismo trato que los demás, aunque la rica bolsa de su tío Don Francisco Eslava y Conde se hubiese ofrecido a glorificarle, gastando en entierro y exequias veinte mil reales de vellón que cobraron entre dobles, lamentos, cánticos, misas, vestuarios y honras, a un hombre que murió ajusticiado, el mismo día que su compañero Pablo Reina, pero que tuvieron un trato muy distinto tanto en el patíbulo como en el entierro.
El pueblo humilde, que vio la ostentación del uno y la humillación y pobreza del otro, lo censuraría, como siempre lo hizo, con el viejo cantar:
Hasta la leña en el campo
tiene su separación;
una sirve para hacer santos
y otra para hacer carbón.
Comenta Hernández Girbal que si el tío del ajusticiado quiso honrarle, gastando tan importante cantidad en las exequias del sobrino, sólo consiguió que se deshonraran los dos, juntamente con los clérigos de la Catedral y El Sagrario que acudieron y convidaron a los actos y los tres conventos de frailes que se prestaron a utilizar el nombre de la iglesia para solemnizar la vanidad del adinerado tío de un vulgar bandido.
El escándalo no quedó estéril, puesto que, a partir de entonces, el Código Penal prohibió expresamente toda "pompa u ornato en el enterramiento de los reos de muerte"
Todavía, en Sevilla a pesar de la prohibición, se enterraba el 29 de julio de 1803, a Don Jerónimo Calderón, que fue agarrotado, constando en la nota que facilita Bernaldo de Quirós que se le hizo el entierro "con convite de esquelas".
Transcripción de su partida de defunción:
Partida defunción Francisco Huerta y Eslava
Copia literal de la Partida de defunción de D. Francisco Huerta y Eslava, primo del capitán de navío D. Gregorio Rosso y del de fragata D. Francisco Ignacio Rosso, ambos de la Orden de Calatrava y sobrino de D. Francisco Eslava y Conde regidor perpetuo de la ciudad de Ecija.
En el libro 28 de Defunciones del Archivo del Sagrario de Sevilla y en el folio 159 vuelto se encuentra una partida que copiada literalmente dice así:
"En jueves 15 de noviembre de 1798 se enterró en el convento de los R. R. A. Terceros de esta ciudad el cuerpo difunto de D. Francisco de Huerta y Eslava, mozo soltero de 28 años hijo del Doctor D. Diego de Huertas y Dª Florentina Eslava naturales de la ciudad de Ecija. Testó ante D. José de Robles en trece de Noviembre de este presente año. Sufrió la pena del garrote de la Mayor Nobleza y se depositó a las dos de la tarde en la capilla de San Antonio de los Portugueses en el compás de San Francisco.
Fue su entierro de 40 sacerdotes.
Transporte de 12 acompañantes.
Encomienda de 18 Novenario de dos capas"
Ruta 4X4 (http://www.autoaventura4x4.com/frontend/4x4/noticia.php?id_noticia=1280)
RUTA 4. ÉCIJA - LOS PEDROCHES. RUTA DE FRANCISCO DE HUERTAS Y ESLAVA
El sur de la vega del Guadalquivir, entre las provincias de Sevilla y Córdoba, es el escenario por el que transcurre este recorrido siguiendo los pasos del bandolero Francisco de Huertas. Por Francisco Díaz
Partimos de la localidad de Écija, tras situarnos en el trazado de la antigua carretera N-IV, y el rutómetro se inicia en la gasolinera Meroil. Inmediatamente giramos a la izquierda en el cruce en dirección a Estepa, y avanzamos por la carretera durante poco más de tres kilómetros, para tomar inmediatamente a nuestra derecha el primer tramo de pista que nos conducirá hasta la localidad de El Rubio.
Este camino, aunque bastante rodado en algunos tramos, se encuentra notablemente deteriorado y con muchos baches que ralentizan el avance. Discurre entre campos de labor con presencia destacada de los cultivos de secano como el trigo y el centeno, además de los girasoles. Dejamos a los lados algunos cortijos algo alejados del camino principal hasta que en la casilla 5 este camino se introduce en una finca, por lo que debemos dejarlo y avanzar por un tramo menos rodado que pronto nos conduce hasta una plantación de olivos con algunos ejemplares centenarios, la primera de las muchas que veremos a lo largo de este recorrido.
En la casilla 6 volvemos a salir a una pista principal, que pronto desemboca en otra transversal, pero nosotros continuamos nuestro avance hacia el sur, atravesando ahora un extenso campo de cereal. A partir de este punto entramos en un dédalo de caminos, que finalmente nos conducen hasta un bonito cortijo. Lo rodeamos (casillas 13 y 14), continuando siempre entre cultivos, también encontramos numerosos cruces, ya que son multitud los caminos que dan servicio a esta fértil comarca agrícola. Entre la casilla 19 y la 20 vemos a nuestra izquierda, sobre una pequeña loma, las ruinas de una antigua ermita, y pronto salimos a una pista principal que finalmente nos conduce a la población de El Rubio.
Por un irregular y casi laberíntico trazado urbano cruzamos la población siguiendo hacia el sur, y ya casi al final del pueblo tomamos un tramo de pista que rodea el casco urbano. Tras pasar por un puente avanzamos en dirección sur, por una pista que se dirige hacia un gran cortijo con varias construcciones situadas en hileras (casilla 32). A partir de él la pista, que atraviesa de nuevo una zona de olivos, se vuelve más arenosa y menos rodada, hasta que en la casilla 33 salimos a una ancha pista principal, por la que cambiamos de dirección, encaminándonos ahora hacia el este.
En la casilla 34 cruzamos la carretera que comunica El Rubio con la localidad de Estepa, y seguimos por la misma pista hasta que nos topamos con otra carretera, en este caso la que se dirige también a Estepa, pero desde la localidad de Mataredonda. Atravesamos de nuevo la carretera. Saliendo en este punto hay hasta tres trazados distintos del mismo camino, que más adelante terminan juntándose para continuar entre olivos hasta la localidad de Herrera. Una vez allí debemos, cómo no, atravesar el casco urbano, luego, en el primer cruce, dirigirnos hacia Estepa, ya en el segundo hacia Puente Genil, y casi a la salida del pueblo, en la rotonda situada junto a un polígono industrial, nos encaminamos hacia la gasolinera que es visible desde la carretera. Luego continuamos dejando el pueblo a nuestra izquierda, hasta encontrar la pista por la que vamos a avanzar casi hasta Puente Genil, localidad en la que no llegamos a entrar, ya que salimos a la carretera en la casilla 49.
Apenas un kilómetro y medio después dejamos la carretera girando a la izquierda, para tomar pronto un pequeño tramo de pista que discurre junto al cauce del río Genil, que habíamos atravesado poco antes. Un montón de tierra que bloquea la antigua carretera nos impide llegar a nuestro siguiente punto de paso, la pequeña localidad de Puerto Alegre, por lo que en la casilla 52 debemos salir a la carretera (cuidado en este punto) e inmediatamente dejarla. Una vez en Puerto Alegre atravesamos el pueblo hasta que ya a las afueras el asfalto deja paso a una excelente pista. La tomamos y avanzamos por ella hacia el norte, paralelos al cauce del Genil. En este tramo encontramos el mirador sobre la laguna de Tíscar, lugar en el que merece la pena hacer una parada y estirar un poco las piernas.
Este tramo de pista muere en una estrecha carretera, por la que seguimos ahora en dirección Écija, y ya en la casilla 57 tomamos una pista, también ancha y muy buena, por la que nos vamos a internar en una zona con numerosos cultivos, en su mayoría de regadío, y que nos conducirá en un primer momento, tras atravesar otra carretera y un canal, a la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios, y poco después a la localidad de Montilla. Poco antes de llegar a Montilla, los olivos van dejando poco a poco paso a viñedos, que son la fuente a partir de la cual se elaboran los famosos vinos de esta comarca que se comercializan con la denominación de origen de Montilla-Moriles. Precisamente en Montilla entramos pasando junto a algunas de las tradicionales bodegas, para luego atravesar todo el casco urbano por el mismo centro, y por fin salir siguiendo las indicaciones que señalizan hacia la localidad de Espejo.
Abandonamos Montilla por asfalto, que luego dejamos en la casilla 78 (cuidado con este giro a la izquierda). Seguimos ahora en dirección norte, y en la casilla 83 debemos atravesar una vía férrea por un paso sin barreras, punto en el que recomendamos extremar la precaución, ya que por este trazado ferroviario circulan trenes del tipo TALGO que pasan a una velocidad de 200 km/h. En la casilla 85 hemos de atravesar de nuevo la vía, pero en este punto hay un túnel bajo el trazado ferroviario que durante nuestros reconocimientos se encontraba aún en obras, por lo que era necesario atravesarla de nuevo por encima, en un lugar, además, con muy poca visibilidad.
En la casilla 86 encontramos de nuevo el asfalto, por el que nos dirigimos hacia la localidad de Montemayor, y desde allí también por carretera hacia Fernán Núñez, localidad esta última que asimismo debemos atravesar para buscar el arranque del último tramo de pista de este itinerario, un tramo rápido que discurre por un excelente camino y que nos conduce muy cerca de la ciudad de Córdoba, donde ponemos punto y final al recorrido.
En la misma página web se habla de su historia de la siguiente forma:
FRANCISCO DE HUERTAS Y ESLAVA
"De señorito a bandolero"
Era hijo de alta cuna
Y no le faltaba.
Si no era por dinero,
¿por qué robaba?
Nadie lo supo,
Por qué se tiro al monte
Con un trabuco.
A pesar de que Estepa es, con diferencia, el pueblo de Andalucía que concentró el mayor número de bandoleros, el capricho de la fama recaló en Écija ("la ciudad de las Siete Torres"); de hecho, mucha gente piensa que allí está la cuna del bandolerismo. El motivo de este tópico erróneo es, sin duda, la cuadrilla con más renombre en toda esta historia: "Los Siete Niños de Écija" (insistencia sospechosa en ese mágico número: siete¸ por cierto. Y es que "Los Siete Niños" eran todos sietemesinos). Pero hubo otra cuadrilla (una "partía", en andaluz de la época), que no le anduvo a la zaga en hechos y audacia, aunque sí en renombre, quizás porque había intereses oficiales que procuraron diluir y enmascarar sus tropelías: "Los Berracos".
Su solo nombre imponía temores y su cercanía hacía suponer complicaciones que podían llegar a ser tremendas: sus procedimientos eran expeditos e innecesariamente crueles, a diferencia de otros bandoleros, como Diego Corrientes o el propio Tempranillo.
Sus componentes eran Pablo de la Reina y nuestro Francisco de Huertas y Eslava. Ya se puede inducir por sus apellidos que Francisco no era un don nadie; sobrino de un Corregidor y pariente consanguíneo de dos Caballeros de la Orden de Calatrava, el rango social de Huertas y su situación económica nada tenían que ver con el estatus de su compañero Pablo ni con el de la inmensa mayoría de sus "colegas bandoleros". Como sugiere esta copla tradicional, ni dinero ni maltratos (tampoco asuntos de amoríos) encauzaron su camino hacia la delincuencia.
Parece ser que su dedicación al bandidaje obedecía, más bien, a una brutalidad rebelde, insensata e indiscriminada, que a las carencias o a las injusticias legales y sociales que acuciaron a otros muchos bandoleros de antes y después suyo.
Cuentan que, en sus correrías implacables, "sólo fiaba en el lenguaje de su trabuco y sólo comprendía el lenguaje de su caballo". Su "territorio de caza" fue amplísimo: llegaba desde Huelva hasta Toledo y Ciudad Real, en cuyos pagos se refugió varias veces, al amparo de un incierto Caballero de Calatrava que lo acogía por mor de sus parientes.
Pero la clave de su estrategia y de sus tácticas para escurrirse no estaban basadas principalmente en sus "influencias oficiales", sino en su movilidad; una cuadrilla con dos hombres podía solaparse más fácilmente que otra más numerosa. Además, muchas veces eludían la acción directa de la Santa Hermandad porque sus ordenanzas solamente les daban competencias sobre "hombres armados por descampado, unidos en más de tres".
Esa movilidad permitió a "Los Berracos" transitar y escapar, no sólo por sierras y enclaves fragosos, sino por llanos y dehesas que difícilmente serían transitadas por otras "partías" mayores.
Así, recorrió rutas como esta que os presentamos, con tramos montañosos pero llenas de anchos horizontes que, al par que hacían más conspicua a la presa, también delataban, nitidamente y más de lejos, a los predadores.
Desde las planicies y las riberas de su Écija natal hasta los Pedroches, hay diversos tránsitos; encontraréis primero las llanuras y leves colinas que pasan por los territorios que repobló Carlos III y que dejan su huella en los topónimos: La Luisiana (Luis y Ana eran los nombres de dos hijos del Rey) hasta el suyo propio en La Carlota.
Desde Córdoba a Pozoblanco, la cosa es algo diferente: en ella podremos contemplar maravillas naturales como el Valle de río Guadalbarbo, que taja una estrecha hendidura en la falla bética de más de 400 m de profundidad. Es visible desde el puente de la carretera de Ovejo. También es visible el Sortijón del río Cuzna, desde la interesante carretera de Villaharta a Pozoblanco.
Y ahora, ya llegamos a Pedroche, el pueblo que da nombre al tremendo anfiteatro granítico ( 2500 Km2) de canchales y barruecos, suavemente moldeados por la erosión, que constituyeron una espléndida y ancha pista de carreras para este indomable bandolero que, a pesar de sus agilidades y sus influencias, terminó ejecutado en 1798.
Eso sí, debido a su alcurnia, creo que habrá sido el único bandolero a cuyo entierro asistieron, ineludiblemente obligados por el protocolo, las principales autoridades de la provincia, incluido el mismísimo señor Obispo.