El y su mujer fundaron (escritura de donación de 23 de febrero de 1603) el Convento de religiosos Mínimos de Nuestra Señora del Rosario en 1608 (se terminó de construir en 1613) de Arahal.
Sacado de Jurisprudencia civil (Recurso de casación de 10 de Octubre de 1889.- Tomo 66 año 1890)
Resultando que recibido el pleito a pruebas, se trajo a instancias de Morilla certificación de la cláusula del testamento que otorgó en 17 de Febrero de 1614 el Capitán Diego Núñez Escacena, el que declaró estar casado con Isabel Arias, teniendo por hijos a Miguel y Catalina, la cual estaba casada con Bartolomé Tamarit, y de la escritura de 16 de Agosto de 1577 por la que Bartolomé de Reina y su mujer Lucía García de Ojeda fundaron una capellanía llamando a los hijos y descendientes de Isabel Arias, mujer de Diego Núñez Escacena, sus hermanos.
Sacado de Jurisprudencia civil (Recurso de casación de 10 de Octubre de 1889.- Tomo 66 año 1890)
Resultando que recibido el pleito a pruebas, se trajo a instancias de Morilla certificación de la cláusula del testamento que otorgó en 17 de Febrero de 1614 el Capitán Diego Núñez Escacena, el que declaró estar casado con Isabel Arias, teniendo por hijos a Miguel y Catalina, la cual estaba casada con Bartolomé Tamarit, y de la escritura de 16 de Agosto de 1577 por la que Bartolomé de Reina y su mujer Lucía García de Ojeda fundaron una capellanía llamando a los hijos y descendientes de Isabel Arias, mujer de Diego Núñez Escacena, sus hermanos.
En el libro Historia de Morón de la Frontera de Francisco Collantes de Teran Caamaño dedica el Capítulo VIII a los pleitos que tuvieron de Bartolomé Arias de Reina (con i latina) y su mujer por la seción de la Huerta de la Molinilla a los religiosos Mínimos. Tengo el libro y el capitulo digitaliado. El capítulo correspondiente dice:
Parte tercera páginas 293 a 299
CAPITULO III
Huerta de la Molinilla.- Su historia.- Documentos curiosos del conde de Ureña.- Pleito ante el nuncio.- Estado actual.- Abastecimiento de aguas.- El Sábado Santo.
Huerta de la Molinilla. No muy distante de la población se encuentra la huerta de naranjas llamada la Molinilla, nombre que lleva aquel pago que perteneció al convento de religiosas dominicas.
El examen de su titulación, debido a la amabilidad del arquitecto don Trinidad Soriano, permite dar aquí algunos pormenores, que no dejan de ser curiosos e ilustran la historia de la villa, Perteneciendo ficha finca, que entonces era más reducida, al vecino de El Arahal Alonso de Palma, solicitó permiso al conde de Ureña don Pablo Téllez Girón para labrar un palomar, lo que fue concedido, según acredita el documento que se conserva original y dice así:
“Por la presente doy licencia a Don Alonso de Palma contenido en esta petición vecino desta Villa de El Arahal para que en el termino della en la pertenencia de Molinilla en una huerta vuestra podeys hacer y edificar un palomar y poblallo de Palomas para que sea vuestro propio y de vuestros h y erederos y sucesores para siempre jamás y mandó que ninguna persona os perturbe el ed ’cio del dicho palomar uso y aprovechamiento de e/por quanto es mi voluntad de haceros esta merced lo qual os hago y se entiende que sea sin perjuicio de tercero porque trayendo algun perjuicio mi voluntad es que ésto no valga y sea en sí ninguna y de ningun valor y efecto. Fecha en la Villa de El Arahal a cinco de junio de mill y quinientos y cincta y seis. El Conde Pº Girón.
Por mandado de Don Pº mi Sr. Alvaro Garcón
Transmitida la propiedad de la huerta a varias personas la compró don Barlotomé Arias de Reina, y este en unión de su mujer la cedió a los religiosos Mínimos, con el cargo deque en su área habían de fundar un convento de su orden, consignándose así en la escritura de donación, fecha 23 de febrero de 1603.
No habiendo cumplido los frailes la cláusula expresada y decidido don Bartolomé y su esposa doña Luisa a fundar un monasterio de monjas dominicas, trataron de anular la donación a lo que se opuso el provincial de los Mínimos, formalizándose por ambas partes las correspondientes demandas, don Bartolomé ante la justicia ordinaria y los religiosos representados por el provincial de Sevilla, ante el juez conservador de la orden, que lo era el dr. don Tomás Carrillo de Mendoza, canónigo de la Santa Iglesia de Córdoba,
Puede suponerse que la acción de la autoridad civil fue más expeditiva, pues al poco tiempo el corrector y frailes del convento de El Arahal, acudieron al juez ecc°. expediéndole que teniendo la dicha casas religiosos conventuales que la habitaban y decían misa en su oratorio, estando en posición quieta y pacífica de la dicha casa y heredamiento de huerta, ermita y tierra calma, “el dicho Bartolomé de Arias y consorte que le hablan dado favor y ayuda, la habían quebrantado y quebrado las puertas y cerraduras della y salas Ilevandose el ara del alta;; los ornamentos y misales con que se decían misa, la campana, pila de agua Bendita y los demas bienes que esta han en la dicha ermita, pretendiendo despojaría de la posesión de ella, por lo que pedian se les reintegrase de todo, disponiendo que D. Bartolomé de Reina se abstuviese en lo sucesivo de nuevas intrusiones”, Este por parte pidió que se inhibiera el juez conservador del conocimiento de las causas que, como pertenecientes a cosas temporales debía seguirse ante la jurisdicción real y no la eclesiástica, de que estaba totalmente exento y que a ello no podía ser constreñido ni era aplicable la bula conservatoria en que se apoyaban los Mínimos. El donante Sr. Reina y su esposa, insistían en sus pretensiones fundándose en la cláusula expresa con que hicieron la donación aceptada por fray Miguel de Reina, donde se decía que si no se alcanzase licencia de quién fuera parte para darla, con objeto de fundar un monasterio de frailes en el heredamiento de la Molinilla, huerta y casas, la donación fuese ninguna y de ningún valor ni efecto.
El juez conservador, sin cuidarse del fundamento de estas justísimas alegaciones, dictó sentencia en 6 de junio de 1611 a favor de los frailes Victorias, declarando que don Bartolomé y su consorte no habían probado sus excepciones y dispuso que se devolvieran la casa, ermita y bienes y que no los perturbaran en su tranquila posesión, reponiendo todo en la forma que estaba cuando entraron a cometer el despojo.
Natural parecía la apelación de Reina que el juez no le admitió disponiendo se llevara a efecto su providencia, guardandola en todas sus partes y dió comisión al licenciado Antonio de Balbuena, clérigo presbítero y comisario del Santo Oficio de la Inquisición, vecino de El Arahal para su cumplimiento.
No era posible la resistencia que podía traer un segundo proceso ante el temido Tribunal de la Fe, y don Bartolomé tuvo que resignarse consintiendo que se diera posesión de la ermita y bienes a fray Juan Portillo, religioso de la orden, pero acudió inmediata mente al Ilmo. y Rmo. Sr. don Andrés Dacio y Corofa, cardenal de la Santa Iglesia y nuncio de su Santidad en estos reinos, quien por sentencia de 27 de octubre de 1611, anuló lo proveído por el juez conservador y que pasaran los autos a la justicia real de la villa.
Alegadas nuevas razones por los frailes, el nuncio sucesor, modificó el auto que antecede, condenando a don Bartolomé Arias de Reina al pago de las expensas justamente causadas, si bien quedó subsistente la inhibición Eccª mediante un breve, su fecha en Roma a 1º de diciembre de 1613, a cuya expedición solicitaron las monjas del convento del Rosario, a quien se habían cedido por parte de sus fundadores, todos los derechos sobre la heredad de la Molinilla, a condición de que siguieran el pleito, según escritura otorgada en 21 de julio de 1612.
Porfiada fue la lucha entre ambas religiones, pues siguió el proceso hasta el día 9 de enero de 1616 en que el Ilmo. Sr. don Antonio Gaetano, nuncio a la sazón y colector general en España, visto el pleito que seguían las monjas y el provincial de los Mínimos, dijo que daba y dió por asentado todo lo proveido por el Doctor, el provincial y demas personas, so pena de excomunión mayor y 500 ducados para la Camara dejando el asunto en el estado en que empezó y restituyendo a las Prioras y monjas, como sucesoras en el disfrute de los bienes de Don Bartolomé de Reina.
El provincial por auto de 23 de mayo siguiente, mandó cumplir la ejecutoria, extendiéndose la diligencia de posesión inmediatamente. Desamortizados los bienes de las comunidades religiosas, adquirió la huerta y heredad de la Molinilla don Femando Soriano, cuyos herederos han comprado posteriormente varios predios antiguos, plantando en su mayor parte de naranjas, cuyos límite se desmarcan con palmeras y corpulentos cipreses.
Existe el antiguo molino que poseyeron las monjas del Rosario. En el centro de este ameno sitio se levanta un edificio de construcción moderna, trazado por el arquitecto don Trinidad, Soriano, que bajo la apariencia campestre reúne las condiciones de la morada de un procer. Lo decora una elevada torre o mirador, el palomar donde anidan preciosas aves, pero lo más interesante es la distribución de sus habitaciones en que las personas acostumbra das a las comodidades y al lujo no pueden encontrar reproche.
Tiene cuarto de baño, extenso comedor con chimenea, que por medio de un sencillo aparato produce la renovación constante del aire exterior, buenas habitaciones y dormitorios, salas de estudio y biblioteca, siendo de notar que para ser más saludable la estancia, toda la parte central está fundada sobre un espacioso y ventilado sótano, donde se conservan las sustancias alimenticias y la bien provista bodega de ricos y buenos vinos nacionales y extranjeros. La parte posterior de casa, contiene separada por un patio, las cuadras, graneros y habitaciones para el capataz, trabajadores, todas con servicios de aguas vivos. Frente a la fachada se halla emplazado el jardín, que como pude suponerse corresponde a la suntuosidad de la finca, teniendo artísticas fuentes y una distribución de calles y paseos muy agradables.
Pero lo que llama extraordinariamente la atención en la huerta de la Molinilla es la obra que allí se ha hecho para surtir de aguas al vecindario.
A la entrada de la finca y en extremo que no procede de la huerta de las monjas existe un pozo muy abundante en cuya construcción y la de las albercas debieron invertirse grandes sumas cuyo pozo se destina al riego del arbolado. Distante de él hay otro aún más abundante y de mejores aguas que se destinan al abastecimiento, elevándolas por medio de una máquina de vapor o por caballerías según exigen las necesidades del consumo. Las aguas son finas, dulces y saludables, según los distintos análisis practicados al efecto, y se reciben en un gran depósito circular de cuyo constan te aseo cuida un operario, según hemos podido observar en distintas ocasiones, pasando desde allí a la cañería maestra que mide, hasta la entrada del pueblo, 4.000 metros comprendiendo desde este punto la canalización por las calles 6 kilómetros y medio. Tiene como a la mediación del camino su depósito auxiliar y registro para limpieza de las cañerías, aparte de las parciales dentro del pueblo con sus puertecillas de hierro, que dicen SORIANO-ARAHAL. Si se consideran los grandes sacrificios que se han impuesto a otras poblaciones por las compañías extranjeras para plantear negocios de la misma índole, y la necesidad y conveniencia para las vidas de este necesario artículo, lo ejecutado por el Sr. Soriano corresponde a la categoría de servicio de primer orden en que se ha pospuesto a la particular conveniencia y al interés del lucro, el bien y la salubridad de sus convecinos. Esta distinguida familia de Soriano viene señalándose por sus levantados sentimientos en cuanto se relaciona con el bien público y la traída de aguas, en una de las que se recomiendan en sumo grado, pues tienen en la época moderna gran significación todo lo relacionado con la higiene. Que no es negocio lucrativo lo acredita el corto número de casas hasta hoy concertadas con la empresa que no pasan de 100, pero en obsequio de los vecinos, existe un depósito general donde se expende por cántaro al ínfimo precio de dos céntimos de pesetas y además un cerro que lo conduce a los barrios pobres al mismo precio.
Algunos vecinos continúan abasteciéndose de aguas no de tan buenas condiciones, procedentes de un pozo que existe en la vereda de Villa Martín, sufriendo graves inconvenientes.
Esta reforma de la traída de aguas de la Molinilla, la realizó el Sr. Soriano el año de 1891.
Sábado Santo. El que por primera vez se encuentre el Sábado Santo en la villa de Morón de la Frontera quedará sorprendido al ver la extraordinaria concurrencia que llena las calles, especialmente desde la placeta que está el Ayuntamiento hasta la Parroquia.
No mueve la curiosidad pública el deseo de presenciar las augustas ceremonias con que la Iglesia Católica recuerda la Resurrección y gloriosa del Hombre Dios, ni el rompimiento del velo que cubre el altar al mido de pavorosos truenos. Todo lo que se refiere al culto tiene sin duda interés secundario ante lo que ha de venir cuando concluya la Misa de Gloria.
Los vecinos se apresuran a quitar de las ventanas las cancelas de cristales y persianas, y los que no están iniciados en la costumbre, miran con extrañeza aquel despojo que se ejecuta con apresúramiento y también la precaución con que algunos propietarios ponen zócalos de madera para defender los adornos de las rejas.
Si el espectador ignora como nosotros la causa de aquel trastorno y tiene curiosidad de investigarla, muy pronto queda satisfecho, pues basta con interrogar a cualquiera de los que ocupan la vía pública. Su contestación será breve: el toro.
Porque es costumbre inmemorial que el Sábado Santo después de concluidos los oficios de la iglesia y retiradas a sus domicilios las señoras que a ellos concurren, se saque un toro de cuerda recorriendo las principales calles, pues tiene que ser Presentado en las casas de los primeros ediles, para hacer partícipe a sus familias del popular regocijo.
Esta es la causa que aún cuando todos saben que el toro no saldrá hasta medio día, los impacientes vecinos se apiñan desde las primeras horas con preferencia por el sitio donde está enchiquera do, mirando la puerta cochera que lo encubre con una curiosidad e interés dignos de mejor causa. Y no se crea que los impulsa su decidida afición al toreo, nada de eso. Aquellos espectadores per manecen cuatro o cinco horas aguardando que empiece la fiesta, no para tomar parte en ella, sino para declararse en prudente retirada, los más cuerdos a sus domicilios y la generalidad asaltando las ventanas y balcones, internándose muchas veces en las casas, como sucedió en la que ocupábamos. El hecho no tiene nombre ni es culto, pero está sancionado por esa tiránica ley que se llama la costumbre, y aseguran personas de crédito que no podría impedirlo la autoridad, ni tampoco suprimir la celebración de esa corrida que alegra a la muchedumbre. Si un alcalde concibiera tal proyecto, sería mal quisto de sus representados, promoviendo una cuestión de orden público.
Como las calles, por su desnivel y mal empedrado, exceptuando las del Capitán Alcántara, Carrera, Paseo de Santa Clara y las que siguen en la misma dirección, no se prestan a la Capea, ni los vecinos conocen el arte del toreo, aquello se convierte en un barullo en donde todos gritan hasta más no poder y si alguno aconsejado por el vino, se aventura a acercarse, lo que no es frecuente, como no lleva ni capa ni lienzo con que burlar a la fiera, resulta víctima de su entusiasmo y siempre hay que lamentar desgracias de este género, no sirviendo de enseñanza ni de enmienda para lo venide ro.
La fiesta del toro a que aludimos, empezó no se sabe cuando pero subsiste y continuará mientras el pueblo no llegue a otro período de mayor cultura, o decaiga el entusiasmo taurino, lo que tampoco es fácil, si se considera el desarrollo que ha tomado la afición en la época presente de malos toreros y ganado manso.
En la descripcion del marco territorial de el Arahal (ver copia pdf) se dice: "Calle Doña Luisa.- Honra esta vía la memoria de Doña Luisa Ojeda, dama dealto linaje y esposa de don Bartolomé Arias de Reina, fundadores del Convento templo de las Monjas Dominicas de la localidad."