Zenón Marapacuto
Zenón's father is Desconocido and his mother is Mujer Marapacuto. He has a brother named Andres.
- General Notes
- Algunas notas de algunos textos del escritor Alfredo Armas Alfozo.
Este pueblo es simbolico, Clarines
ya la leyenda que a su nombre aúna
nos hace recordad que ha sido cuna
de antiguos y aquendes Paladines
.
(El Mensajero.)
La Bala se le abotono en un pulmon-- y al General y Coronel Zenón Marapacuto, asi conviene al orden, se le revolvio dentro de sus costillas su tumultuosa compasion por los pobres ante el cuadrod de auel muchacho tirado en el suelo, con un tardo vuelo de moscas verdes entre los dientes.
Y al rato:.. Los Celadores de las salinas no se durmieron esta vez. Vayanse por el Doctor Muñoz y traiganselo como sea.(dice el General Zenón Marapacuto)
--No va a venir
--Se lo traen.
-- No, no es por El. En Guanape hay una avanzada del Gobierno
--Y qué. A los primeros tiros no queda uno.
-- Son mas de cincuenta muerganos
-- Ah, Carajo. entonces voy Yo.
Y Nadie le hizo desistir; Para eso era el Jefe y resuelto y firme en sus decisiones, y atestado, eso era lo que era.
Guanape parecia un cementerio, pero eso eso fue lo que creyo el General y Coronel Zenón Marapacuto. No bien asomaron la primera cuadra, justo frente a la casa de la Teodorica Gil que se comia las uñas, que se comia la tierra y la cal de las paredes y miraba sin mirar a ninguna parte y habia tenido mas de un hijo sin que se le conociese hombre de su compañia, por lo que se le atribuia al diablo mismo en persona; Exactamente frente a la puerta de esta mujer medio tonta empezo la balacera.
--Taca taca taca taca.
--taca
-- ¡Cubranse!-- y taca taca taca y solo atino a decirlo.
Llovian tiros desde el cujizal, desde el cardonal venian tiros.
Desde detras de las bardas venian la balacera.
--Taca taca taca.
Seis contra Cincuenta, seis hombres a caballo, sin tiempo de echar mano a sus armas, contra cincuenta, contra quien sabe cuantos prevenidos, alertas y bien pertrechados, casi invisibles soldados.
--Taca taca taca.
-- Si me hubiera hecho caso...¡ Lo mató, lo mató!
Severiana Guapuchire, que entonces vivia en Guanape, tambien estaba alli y despues se lo contaba a todo el mundo.
Y cuando el Oficial José de los Santos Taza vio desgajarse a su General y Coronel Zenón Marapacuto, asi es como conviene al orden, y lo supo al rompe porque vio saltar su espada en el aire como el celaje de un conoto, asi la tenia Amarilliiita de pura cinta de seda sin estimar gran cosa su significado, y el caballo por poco no le cae encima, de la encabritada que se le echó, entre el tierrero de la humazon y el chaflan de los linieros Amolaiiitos, apenas si pudo pegarle ese grito: -- Coja éste, Mi General, que Yo me valgo mejor en dos piernas-- y le encimó el animal buscandolo entre aquel berenjenal embromado. Entonces sintio el tarrayazo en los riñones y encima un ecalofrio en las piernas, como cuando uno va pasando un aguazal y se le enchumba la ropa, pero no de poco a poco sino de una sola vez.
Era Mi General y Coronel Zenón Marapacuto, asi es como conviene al orden, porque El venia cargando al lado suyo mismo, y le oía la voz entre la balacera y porque ademas el unico caballo tordito de por aqui era el suyo y El le vio el sangrero que le broto y el que le hizo ese bien calculado tiro venadero no iba a estar botando en balde sus municiones, sabia sobre quien fijar la mira y la mala intencion.
---Taca taca taca.-- La plomazon prendida y la vida a salto de monte, como si no valiera nada.
-- No fue en Urape como juraba Severina Guapuriche, porque y que lo vio con sus mismos ojos que se los hanian de comer los gusanos, como se los comieron. Fue en Guanape, y si no que lo indaguen con la Loca Teodorica Gil, si es que a esa mujer medio tonta no le falla la memoria. Y el cielo se puso negro de repente con la humarede y el tierrero.
--A salvar el cuero, uchireños, que le que no corre no se come las hallacas de diciembre. Era noviembre, y qué bobos, el enemigo se habia atrincherado en el cementerio, cómo no se les ocurrió. estaban detras de la pared, con los fusiles uno al lado de otro sobre el muro alineadiiitos, como unos puntos suspensivos segun mi General y Coronel Zenon Marapacuto, asi es como conviene al orden, que ademas no habia dejado de aprenderse la gramatica aunque no lo parecia a simple vista.
Y corrieron hacia allá---taca taca taca-- guiados por el instinto de sobrevivir y quien venga ahora a echarselas de guapo y entrados no es sino un bocatero.
--Taca--- y volo la pascuita de papel morado de la corona. Y taca y volo el letrerito que decía.
Escolas
tico
Rami
re
faye
cio
el
y era lo que quedaba porque la fecha se la llevo el plomo.
--y taca-- y el Señor Don Cristo Jesus se quedo sin la cruz que afirmaba su propiedad sobre la muerte. Y taca se le desmorono el brazo al angelito del menor de los Chacin Espinoza, y eso que era del cemento bueno que venis de Alemania.
-- Taca taca.
Y taca taca-- y dos soldados se desplomaron entre el osario y a uno de ellos le quedo colgando el ojo como un tomate gustero, y el otro hombre, que no se murio de una vez, revolvia el huesero buscando a qué agarrarse entre dos siglos de desintegracion.
---Taca taca tcac--- y entre los que huían entre el crucerío, a uno de ellos que tenia la cabeza pelada y llena de lobanillos, una bala le entro por la nalga y el muy zoquete se vino hacia adelante dando brinquitos, con las manos atras, como si tuviera algun impedimento para hacer la necesidad y no pudiera con el Apuro o con el susto.
Corriendo de aqui y de allá, buscando tras qué paratarse, uno de los soldados piso una tumba que más que morada de la muerte era de los brachacos, qué cosa, desaparecio entre el bachaquero y todavia cree que la difunta Inés Almarl queria algo con El, no oh. Ahora de regreso al Altouchire con Mi General y Coronel Zenón Marapacuto, asi es como conviene al orden, sin el Doctor Muñoz, sin tres compañeros y sus bestias y sus aperos y sus linieros y sus compañis berraca, mi jefe camina cojeando y el dolos en la cintura hasta el soberao donde, primero que El y el auxilio que no alcanzo el pobre muchacho, llego la muerte y tomo asiento sin que nadie le brindara silla, agua o saludo, muy buenos dias tenga la Señora, cojeando, herido y todo aporreado, la boca torcida y mas insistente el guiño del ojo, que llega al sitio y se detiene junto al pobre Guire sino cosecha de La Sayona, muy buenos dias tenga la señora, y sin decir palabra se pone a llorar como lloran todos los hombres, habia que verlo. Y desde entonces comiamos sin sal.
(El Mensajero. Osario de Dios y otros Textos.)
El General Zenón Marapacuto contenia las turbas de La Libertadora por encargo y voluntad de Dios. Jamas ni nunca dejó de pertenecer al gobierno y era Zambo, silencioso, muy fino de maneras, agradecido. Usaba capucha, vestia liquilique y se pasaba por la cintura una banda amarilla que le tejió la difunta Marapacuto.
Don Ricardo lo queria bastante.
--Ataca por aqui Zenón--- le aconsejaba--- que si te baten, buscas la retirada sin exponerte. ¿ No ves ese farallón? EL que cae en ese Farallon si ya no lo ha alcanzado una bala se desnuca.
--- pero ¿ con que gente, Don RIcardo? primero hay que reunir a la tropa.
---La buscas.
--- Sí, se los quito al paludismo.
El General Zenón Marapacuto jamas se desciñe su banda amarilla y jamas deja de tener esperanzas en la revolucion.
La vieja imprenta de "EL EURO", que llego hasta utilizar el fotograbado gracias a la ciencia de Ricardito Alfonso, que se hizo de ella en Londres, cuando estudiaba ingenieria hidrulica, esa maquina con su Washintong y su Jefferson de perfil sobre el arco, resistia el sol entre azahares y las ruinas de lo que habia sido habitacion de Don Ricardo. Con la uña quite el limo y aparecieron tres letras: una H una O y una E, todas mayusculas.
En el unico muro aún en pie podia ver todavia la alcayata forrada en tela para que no sonara el hico. Esta habia sido su habitacion durante treinta y nueve años; el dormitorio y el despacho. Aqui se encerraba con el General Zenón Marapacuto, a hablar de la estrategia de la guerra que aprendio con Ezequiel Zamora. Aqui, sobre un escritorio biblioteca iba contando en pilones de cien las morocotas de los pagos de embarque de cacao y café, las cosechas de novillos, los intereses de las hipotecas: documentos de propiedad, correspondencia del General Pío Revollo, correspondencia dde Lorenzo Bustillos, vales a mi favor, cuentas pagadas, cuentas pendientes, direcciones en Caracas, las listas de las vacas de vientre y las horras que no se disponian porque unas y otras erab bienes de los hijos. La de Mercedes, la hija privilegiada, por ejemplo se llamaba Lucerito.
Cuello é Pana arruino a Guanape, a El Guamo, a Guaribe Tenepe, a San José Guaribe, a Bocauchire, a Sabanauchire.
En Cambio Zenón Marapacuto que nacio y vivio en la guerra no salio nunca de esos lados y poseia cañaverales, trapiches, haciendas y una tumba, la de su difunta Madre, que nunca dejo de cuidar y adornar con flores de Amapola que recogia en el camino del Altouchire.
EL 18 de Diciembre de 1902, el adelantado del cuerpo volante del General Manuel Veneno ya percibia el primer humo del café de los fogones de Guanape, cuando el Coronel Pedro Rafael Armas abrio los fuegos y la bala que le entro al otro por la boca le impidio dar la alerta. El General Veneno ni siqueira pudo recuperar la rienda y tiros desde las casa y tiros ddesde el camino por el que venian, al que no lo tumbaron del caballo lo tendieron en una acera de ladrillos. El General Veneno no iba a llegar a ver como se le habia dado ese año el tabaco, porque el Coronel Armas lo velaba desde el cuartel de la iglesia.
Ni tiempo le quedaba ni manos le sobraban para peinarse la barba que el viento y el desorden le habian descompuesto, para que despues de muerto cualquier muergano no se la irrespetara, El General Veneno hacía uso de su revolver con la derecha y del fusil con la izquierda y ya el Coronel Armas no le quedaban sino tres hombres. Zenón Marapacuto fue el que al fin abrio la trocha hacia la iglesia, pero ya Julio Bellorin buscaba con la mira la pechera del General Veneno, que era de seda de la buena y de encajes de los mas finos.
A Manuel Itriago Armas conocido por Veneno y a su sobrino Pedro Rafael Armas les dieron sepultura uno al lado del otro y Zenón Marapacuto mismo presidio los Honores que se le rindieron, de General a uno de Coronel al otro. Julio Bellorin apunto una vez. Zenón Marapacuto en cambio había vaciado su cartuchera y no habia vadesaprovechado ningun plomo en aquel inexplicable enemigo que ni siquiera tomaba en cuenta la consanguinidad.
Lirios y Viboras.
En el cementerio de Uchire nunca dejó de haber un olor de mastranto y un canto de pajaros. Lo circuían tiamos, chaparros que apenas si podian soportar su enfloradura cuando mayo calentaba sus resinas, algun alatrique con huellas de heridas curadas, cautaros de frutos dulces de agua pegajosa con la que el niño untaba los papeles de color del papagayo, yagrumos donde el viento inventaba muertos sigilosos, ceibas que desgajaban hacia los dias tristes de la semana santa una espiga blanca y numerosa, como dicen que aparecen los llantos de los santos arcangeles San Rafael y San Gabriel.
Nada encerraba entonces este que mas que desierto de los enterrados parecia un patio de lirios de esos que extraen desde dentro de sus raices una como lanza de terciopelos lilas y sedas blanquisimas como esas nubes que ensombrecen el sol del monte Paraguayaco. La lanza no hiere ningun aire, sino que lo adorna y lo hace esplendido, lo unta de una memoria de alhelíes, y es cuando viene la abeja rumorosa y una avispa amarillenta como hecha de alambre de oro por aquel Marval joyero que tambien inventaba corazoncitos de amor, crucecitas de dolos y letras de novias inolvidables. Nada decía que alli tenis sitio eterno el Comandante Ricardo Alfonso, porque la letra de su nombre, que le puso encima su hijo el Doctor, lo ocultaba el lirio, y entre estas tantas flores se sumía tambien la sepultura del que tanto se deseo parecer a Napoleon e Bayona, como decia con demasiada constancia se sí y del otro lejano, el Oficial Zenón Marapacuto.
La Familia Lutíerzo yacía toda en un como panteón de cuadrada composiocion de ladrillo de quema y mamposteria de esa de antes, que no se arruinaba. Tuvo placa, segun, sin demasiada especificaciones, pero allo termninaron su largo camino desde una Italia cada vez mas nostalgica, el viejo Giusepe, Guiseppino como el Padre se acostumbró con el hijo, y que falecio sin superar la palidez de la anemia; incluso Georgina, que se detenia frente al viento de las mariposas de agosto y les tendia las manos para recojerlas, sin asir por supuesto ninguno de aquellos deslumbramientos. La niña de pelo de papelon jugaba con el agua del Uchire, cuando esta corriente fluia de la raiz del currucay y toda la meseta se anublaba de de la humedad. ENtre sus dedos semejaba vidrio roto la fuente que luego se seco o se empobrecio. Georgina llamaba Pálpiti del vento la mariposa que llena, como el lucero a la noche de la fila donde Zenón Marapacuto encendia sus hogueras, las mañanas de un nunca olvidado paraiso del hombre, de este niño hijo de Mercedez Alfonso, que miraba el patio de los lirios desde la reja orinosa del cementerio.
Porque si no estaba en esta contemplacion, distraía la hora de los grandes silencios del pueblo cazando la viborita agrisada, de ojo de canutillo, que espiaba el paso del muchacho en el camino de Maria Tarache. SIxto Armas le zajaba la cabeza y las iba ensartando en un cordel hasta que la corona se le completara y entonces, candidamente, el hijo de Mercedez Alfonso, que nacio en Uchire, la hacia girar en un aire Azul y lejanisimo y a El lanzaba las tantas cabezas inmoviles, para que los angeles tuvieran con que jugar.
Flores para la Difunta.
Ahora, en esas lumbres que apagan las tormentas de noviembre que no dejan de caer, alguien, algun Amor, alguna antigua pacion. algun rescoldo de amistad, uno que ama los recuerdos porque asi de admirable a veces es el Alma Humana, pondra flores de esas que hacen las maquinas industriales en la cruces de Tomás Tachinamo, del ultimo de los Uriepero, sobre el pedazo del panteon que ha escapado al hundimiento, del sitio del reposo del General Zenón Marapacuto y de la Difunta Marapacuto, donde, juntos para que ya nada los separe, hallaron un pedazo de tierra en el cementerio de Uchire. Más alla, cruces por medio, ninguna mano habra encalado el cemento roto-- la triste flor derrumbada, el nombre entre el moho obscuro del peor de los olvidos-- del Comandante Federal Ricardo Alfonso y alguna nietecita Dominguez, que siquiera se quedo para hacerle compañia.
AL Caudillo del Alto Uchire, a este jefe de guerrillas que no gano batallas heroicas ni peleas de sangres abundantes, lo nivela en el tiempo donde todo hombre halla el pago a los hechos de su conciencia, el mismo mandato que derrumba a aquel a quien tanto admiró. La ya borrosa fotografia muestra el entierro del anciano jefe Federal la urna forrada en razo negro sobre dos sillas junto a la sepultura abierta. Ya marchitos despojos del jardin de las Alfonso se ven sobre la caja, como no deja de descubrirse la afliccion entre los presentes, uno que otro (el Itriaguito, el mas peripuesto) de cerrado luto, el General Zenón Marapacuto de blusa abierta y camisa de rayas. Casi todos don hombres cuya cosecha no tardara en recoger la misma muerte que ahora lloran. No mediara demasiada distancia entre el final momento del austero Soldado Liberar y eterno aspirante a las Glorias de las Grandes marchas militares. El General Zenón Marapacuto no deja de tocar a la puerta de la casa de Familia de Don Ricardo; ya uno lo ha dicho. Viene tras un prestamo para un alijo de fusiles que ya tiene entre las aguas obscuras de Machurucuto o sepultadas en un arenal de Píritu donde apenas se descubra la huella de los reptiles lentos y silenciosos: la iguana de ojo tenso, la tortuga que hizi nido durante la cnohe, el cascabel emponzoñado. EL General Marapacuto describe los sitios de estos entierros, de donde, como a un conjuro del diablo mismo, ha de venir a armarse, a tomarel Winchester y la canana de polvora, los Indios sumisos a fuerza de miedos inverosimiles de toda la region entre la alta serrania de Praguayaco y los légamos de Unare, donde el corocoro extrae entre el sol la quigua dobscura , un camarond del color del oro, un pequeño cangrejo azul, un pececito curagua de la misma plata. El General Zenón Marapacuto dará la orden que pondra en guerra a cuantos aqui padecen la esclavitud, la servidumbre, el maltrato de terratenientes, amos de hato, poseedores de riquezas agricola: este café de la fila que cuando florece llena todo el aire de un olor de mujer rica; estos caminos del ganado, los trapiches donde bueyes calmosos van marcando jornadas de medios dias. El General Zenón Marapacuto descendera, como Bolivar los pasos de los Andes, la mano dura sobre la espada, el viento sobre las plumas del bicornio, el resplandor de la amanecida sobre los laureles del dormán. El General Zenón Marapacuto le dirá los buenos dias tenga usted Don Ricardo al viejo seguidor de Zamora, cuando el ejercito desfile por la calle de los picaros de Uchire, que no es la mas central, pero de las dos es la que mas Amapolas tiene. El las ira segando con su acero para dejarlas de paso en el regazo de la Madre, que aun todavia lo espera junto a la cocina en pierna y toda aquella perspectiva de montes entre los ojos, como para no perderlo de vista, en las triunfantes marchas y contramarchas, desde aqui donde la neblina enceguce las tardes, hasta el lejano, inmenso mar donde en alguna noche se oye sonar el agua vilenta o apagarse alguna campana de un barco perdido.